viernes, 6 de junio de 2008

CARLOS ALCOLEA


“Arte último” de Juan Antonio Aguirre despierta un nuevo concepto estético, contrario a la abstracción de posguerra, llamados gordillistas o squizos, la nueva figuración madrileña de 1970. Un arte emergente en un momento de cambios sociopolíticos. Esta corriente sitúa a Alcolea a la cabeza de una representación compleja y estridente color. De escasa creación por su muerte prematura el autor somete su pintura a constante revisión. Las figuras acuáticas forman parte importante de su obra, por su enfermedad asmática ya que al contacto con el agua su defecto disminuye.
Ascendencia pop de su imaginería en sus inicios y sus inspiraciones. Su obra se vuelve compleja y el color vibrante del interior y exterior en relación con el agua y sobrevolando la autorreferencia.
Iconografía de reinas imaginarias e históricas en una cómica relación con las cartas. La maduración de su obra ocupa todo el lienzo en una pintura sacada de lo pensado.
Descomposición de planos demostrando la influencia de Matisse enlazando distintos módulos diferentes. Y de Duchamp su desnudo bajando una escalera demostrando la concepción del artista anterior de lo que se ve, de lo que es pero no es.
Sus representaciones sobre dibujos animados evocan un surrealismo irónico.
Responde a la situación social que se avecina en España con los Monguis en restos ilusorios y risorios que despiertan la mirada del espectador.
Ofrece una transformación hacia lo decadente, lo enfermo, para acabar en su última exposición en vida con un reclamo a la esperanza en la que el rostro reclama su importancia, aumentado en el cuadro y su técnica mancha con diluyentes esbozos de pinceles que bailan alrededor de la figura.
En sus cartulinas reflexiona sobre lo que es y no es en superficies que cambian, se evaporan en sus sentimientos. Y en sus dibujos refleja nuevas sugerencias en fotomontajes y collages.

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